Diario de (mis) batallas

No te rindas,
aun no está todo perdido,
gritaron en silencio mis sentidos,
el vello de punta,
los ojos brillantes,
el campo de batalla,
en ruinas.

La apatía era fuerte,
devoradora de pasiones,
destructora de sueños,
traficante de emociones,
el tiempo era su fiel amigo,
y la guerra desgraciadamente,
demasiado larga.

Pero ahí me encontraba yo,
sacando pecho y mirándole a los ojos,
sola, decidida y llena de coraje,
lista para batallar.

Con la muerte en los talones,
me sentía más viva que nunca,
inhalando libertad,
exhalando poder.

Emoción y apatía jamás se entenderían,
la tensión era necesaria,
la paz,
la más dura lucha.

Soy humana e irremediablemente,
imperfecta, débil y cómoda,
renuncié luchar un tiempo,
pero tuve más suerte que otros,
resurgir entre las cenizas fue posible.

Si algo aprendí en la guerra,
fue a respetar lo diferente,
los raros amamos lo raro,
y lo raro solo es raro,
si aun sin ser entendido es respetado,
y yo iba a ganar ese respeto.

Combatí y gané,
volví a la vida,
liberé mis miedos,
incité la locura,
ardí en pasiones,
amé a raudales,
temblé con cada roce,
vibre en cada mirada,
lloré al reconocerme,
deseé convertirme en arte
y así, descubrí una nueva batalla.
todavía por librar.

A veces estar vivo es una batalla contra el mundo. Pero hay guerras que merecen la pena, y esta, lo vale.

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