Crónicas de (mi) paradoja.

En la gran aventura de encontrarme donde ando perdida, no paro de tropezar con preguntas y demás interrogantes. Jamás pensé que fuese tan complicado conocerse. Incomprensible también es para mi como puedo pretender que la gente me entienda si ni tan si quiera yo soy capaz de ello. Un bicho raro en una montaña rusa sentimental, una macedonia de emociones, justo eso soy. O tal vez, no. Caos y desastre. Un avión sin ventanas a punto de estrellarse. Soy ese tipo de alguien que no querría tener el placer de conocer.

Y me preguntan, ¿qué es el amor? Qué sabré yo de eso. Hablamos mucho del amor, fantaseamos y soñamos con el. El amor es algo que me viene grande. Me sobrepasa. Tal vez no esté lo suficientemente loca. O quién sabe, puede que lo esté demasiado. He llegado a la terrible conclusión de que no se amar. Y claro, ¿qué es lo correcto cuando no paras de recibir amor por todos lados pero no tienes ni pajolera idea de corresponderlo? La vida y las emociones me abruman, y yo parezco un demonio despiadado y carente de sentimientos. Justamente lo contrario de lo que siento. 

Por otra parte me pregunto yo, ¿qué es este vacío que siento en mi interior? O mejor dicho, ¿qué no es? Qué alguien me diga la puta formula para rellenar este agobiante hueco. Maldito agujero negro que absorbe mi alma y me destruye por dentro. Tal vez algún día, en el lugar menos esperado, encuentre esa pieza que me falta y ese pude que sea el momento más feliz o más amargo de mi vida. Pero al menos no me corroerá la incertidumbre.

Por mucho que me opusiera, los años y los daños me acabaron despedazando. Y los trozos se perdieron. Algunos andan revueltos por mi baúl de los recuerdos, otros se los llevó el viento dejando así un futuro incierto. Y el resto ¿qué fue del resto? Regalé algunos trocitos, me robaron otros cuantos y entregué los más grandes a personas que lo fueron todo. Así estoy ahora, sumida en un gran abismo protegiendo las pocas piezas rotas de Miriam que quedaron y buscando a la desesperada todas aquellas que perdí en algún lugar de este mundo.
Ilustración: Sara Herranz

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