Cleptómano.

La Luna Llena le sentaba muy bien a la miel de tus ojos. ¿Para que mentirme? Hace tiempo que descubrí que no hay mejor plan de vida, que dejarse guiar por la misma, que nos sorprenda. Y así comencé a disfrutar de las noches, de las personas, y lo más importante de mi. Las luces se diluían por culpa del alcohol. A mi se me iba más de la cuenta la lengua, bueno, como siempre. La Gran Vía es mucho más bonita cuando vas mareada. Y la sonrisa es mucho más sincera cuando no la controlas.

Dando pasos perdidos acabamos en el mismo cutre rincón de siempre. La inercia me conducía. Y no paraba de hablar, de explicarte teorías sin sentido. Dudo mucho que me escucharas. Te miraba tan fijamente, que se me olvidaba parpadear. Tu, sin embargo, huías de mis ojos. Siempre he tenido un problema con mi expresividad. Es un verdadero incordio que mis ojos supliquen un beso, griten hazme el amor o susurren te quiero. Siempre me han dicho que mi mirada habla más que mis labios. Y mira que eso es complicado. Sin embargo, me exaspera que no me miren a los ojos al hablar. No tenia claros mi sentimientos respecto a ti, pero obviamente, moría por besarte. Los nervios me superaron. Bruscamente, provoqué el silencio.

Al fin, después de varias horas, sacaste la valentía para mirarme a las pupilas. Se me escapó una de mis miradas. Maldita sea.

-¿Puedo besarte? - Me susurraste.
-¿Nunca te han enseñado que los besos se roban?
-¿Es eso un sí?
-Por supuesto que no.

Continué caminando, esta vez, evitando el contacto visual. Intentando adelantarme un poco. Digamos que soy una persona demasiado impulsiva. Sobretodo cuando soy capaz de emborrachar a un mosquito.

-Es una lástima, porqué me moría de ganas por besarte. - Se me escapó entredientes.
-Pues sí, la verdad. Otro día será.
-Claro, tal ve... 

Y me lo robaste. Me dejaste sin blanca. Con un hueco en el pecho y una puñado de mariposas asesinas en el estomago.



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