Acomodados a la (no) vida

Corren tiempos difíciles para el amor,
la experiencia nos consume,
o quien sabe, tal vez lo incierto del futuro.

Somos pura contradicción,
ansiamos y detestamos el equilibrio,
que definitivamente, es imposible.

Nuestro mayor pecado es el autoengaño,
descubrir que todo no es tan perfecto como queremos asusta,
y así nos transformamos en fugitivos emocionales,
huir se convierte en vicio,
vivir, en rutina,
sentir, peligro.

Acomodados a la vida,
dejamos de vivir.
Y así nos va.

Se nos desmorona el mundo,
perdidos entre las ruinas decidimos lo sencillo,
fundirnos con las cenizas.

La emoción acaba por caer en el olvido,
tanto esquinazo acaba haciendo efecto,
desgraciadamente.

Como duelen los recuerdos de nadas en concreto,
tu yo del ayer,
cuando aún vivías,
o al menos,
te dabas la oportunidad de hacerlo.

Sentir en exceso siempre fue un problema,
claro que lo fue,
pero el conflicto también puede ser bonito,
y tanto que sí.

Tenemos que recuperarlo todo,
aún es posible,
pero no hay tiempo que perder.

Recuperemos la pasión por la vida en sí misma,
en todo aquello que rellena nuestros días,
y nuestras noches,
por supuesto.

Atrevámonos a explorar lo inexplorado,
ese ignorado hueco interior que nos absorbe lentamente,
llenémoslo con nuestras pasiones,
retomemos objetivos,
y ¿por qué no?
sueños.

Una vez llenos, llego el momento,
es hora de desprendernos de aquello que nos encierra,
esas ganas de perder la vergüenza en cualquier rincón de tu cama,
volver a bailar por las calles de la locura,
saltarnos lo correcto y adentrarnos en lo divertido,
reaprender lo evitado,
olvidar el miedo a perder,
dejar el alma temblar,
y las piernas, tambalear,
cambiar el deseo por la acción,
y los silencios, por palabras.

Demosle otra oportunidad a la vida,
dejemos la vaguez y el miedo y seamos agradecidos,
que nos cale hasta los huesos.























"Otros verán un trebol más y punto. Con lo bonito que es mirar un poquito más allá."

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